La discoteca - I



  Qué lujo, jóvenes. De las calles de Viena a sus pantallas, un éxito de ayer y de hoy. Saritísima.


  Las buenas canciones son como el bacalao: si es bueno, siempre salen bien, ¡no importa cómo se preparen! Un ejemplo marchosito:



  Después de ese arranque tan fantástico, claro, el señor Mozart se nos queda en muy poquita cosa, pero, vaya, como hay que oír de todo escuchamos esa insignificancia musicial que son sus Bodas de Fígaro.



  Ojito con no confundirlo con otro popular Fígaro, el de Rossini:



   En las orillas del Danubio, no sabemos si en azul, mientras el ejército se preparaba para la marcha, pues eso, una marcha. La del príncipe Eugenio. ¿Saben aquella que diu...?, ¡a cabalgar!



  Va un cacho libro:

A nuestro lado se bailaba, los músicos tocaban Salomé y un boston, Destinée, que en aquel entonces era muy conocido.

  Al parecer, el tal boston es un tipo de composición de ida y vuelta: es una adaptación americana del vals vienés, que a su vez regresó exitosamente a Austria. Tiene compás ternario y podemos encontrar un ejemplillo en una opereta, de "Der Vetter aus Dingsda" (La prima de ningún sitio), el lied "Luna brillante" sigue esa estructura:



  Respecto a esa misteriosa Salomé, puede ser un trocillo de la ópera de Strauss, o, acaso, ¡un viaje en el tiempo!



http://chocosylectores.blogspot.com.es/2014/10/el-estandarte.html



 

2 comentarios:

  1. si Chayanne fuera a cantarles su Salomé seguro que se convertiría en el tema de conversación por muuuuucho tiempo (y no digamos nada de su forma de bailar, impactados los dejaría!)

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    1. Jeje. Llevas razón, ¡sería la bomba! Claro que lo mismo alguno de esos serios señores cortaba la copla a sablazos... Lo del fuego de tus caderas podría interpretarse como una velada invitación a la sublevación.

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