Chéjov - El vengador



 Inmediatamente después de haber sorprendido a su mujer en el lugar de su delito, encontrábase Fedor Fedorovich Sigaev en el almacén de armas de Schmuks y Cía. eligiendo el revólver que mejor pudiera servirle. Su rostro expresaba ira, dolor y una decisión irrevocable.



"Sé lo que tengo que hacer -pensaba-. Cuando son profanados los fundamentos de la familia y el honor es pisoteado en el barro y triunfa el vicio..., yo, como ciudadano y como hombre honrado, debo ser el vengador. La mataré primero a ella, luego a su amante y después me mataré yo".



No había escogido todavía el revólver ni matado a nadie, cuando ya empezaba su imaginación a dibujarle tres cadáveres ensangrentados con los cráneos triturados y los sesos fluyendo...Barullo, tropeles de curiosos y autopsias.



Con la insana alegría del hombre ofendido, imaginaba el horror de los parientes y del público, la agonía de la traidora, y hasta le parecía leer ya con el pensamiento los artículos de primera plana comentando la descomposición de los fundamentos de la familia.



El dependiente del almacén, un tipo inquieto, afrancesado, de pequeño vientre y chaleco blanco, presentaba ante él los revólveres, y haciendo chocar los talones, decía sonriendo respetuosamente:



-Yo aconsejaría a monsieur que llevara este magnífico modelo del sistema Smith y Wesson. Es la última palabra en la ciencia de las armas. Tiene tres propulsiones y extractor y puede disparársele desde seiscientos pasos. Llamo también la atención de monsieur sobre la limpieza de su acabado. Su sistema es el que está más de moda. Vendemos diariamente decenas de ellos, que se utilizan contra los bandidos, los lobos y los amantes. Su tiro es preciso y fuerte; alcanza grandes distancias y mata, atravesándolos, a la mujer y al amante. En cuanto a los suicidas, monsieur, no conozco para ellos mejor sistema.



Y el dependiente, apretando y soltando el gatillo, echándole el aliento al cañón y apuntando, parecía próximo a ahogarse de puro entusiasmo. A juzgar por la expresión admirada de su rostro, se sentiría uno dispuesto a pensar que él mismo, de buen grado, se hubiera pegado un tiro en la frente si hubiera poseído un revólver de tan maravilloso sistema como el Smith y Wesson.



-¿Y qué precio tiene? -preguntó Sigaev.



-Cuarenta y cinco rublos, monsieur.



-¡Hum!...¡Es demasiado caro para mí!



-En tal caso, monsieur, puedo ofrecerle otro sistema más barato. Aquí está. Tenga la bondad de examinarlo. Tenemos un surtido enorme en distintos precios...Este revólver, por ejemplo, del sistema Lefauché que vale solamente dieciocho rublos; pero... -el dependiente hizo una mueca de desprecio- es un sistema, monsieur, ¡demasiado anticuado! Sólo lo compran ahora los pobres de espíritu y los psicópatas. Matarse o matar a la mujer con un Lefauché se considera ahora signo de mal tono... El buen tono admite únicamente el Smith y Wesson.



-No tengo necesidad de matarme ni de matar a nadie -mintió con acento sombrío Sigaev-. Lo compro sencillamente para tenerlo en el campo... Para asustar a los ladrones.



-A nosotros no nos interesa para qué lo compra -sonrió el dependiente bajando modestamente los ojos-. Si en cada caso fuéramos a buscar los motivos, tendríamos que haber cerrado la tienda. Para asustar a los
ladrones, monsieur, el Lefauché no sirve, porque hace un ruido sordo y a la vez fuerte. Yo lo propondría que llevara una pistola Mortimer corriente de las llamadas para duelos.



-¿Y si le provocara en duelo? -pasó por la cabeza de Sigaev-. Pero no... Sería demasiado honor... A estas bestias hay que matarlas como a perros..."



El dependiente, dando graciosas vueltas y pequeños pasitos y sin dejar de sonreír y de charlar, expuso ante él todo un montón de revólveres. El Smith y Wesson era el de aspecto más codiciable y sólido. Sigaev tomó uno de estos entre sus manos, fijó la mirada en él y se quedó ensimismado. Su imaginación le presentaba a sí mismo destrozando un cráneo, fluyendo sangre cual un río sobre el tapiz y el parqué, y a la traidora, moribunda, agitando un pie convulsivamente... Pero para su alma indignada esto era poco. Los cuadros de sangre, los sollozos, el espanto, no le satisfacían; había que pensar en algo más terrible.



"Esto es lo que haré -pensó-. Le mataré y me mataré; pero a ella..., a ella la dejaré vivir. ¡Que muera de remordimiento y con el desprecio de cuantos la rodean! Esto, para una naturaleza nerviosa como la suya, será un martirio mayor aún que la muerte."



Y comenzó a imaginar su propio entierro. El ofendido tendido en el ataúd, con una sonrisa bondadosa en los labios... Ella, pálida, torturada por el remordimiento, caminando tras el féretro, como una Níobe y no sabiendo cómo ocultarse a las miradas despreciativas y aniquiladoras que sobre ella arroja una muchedumbre indignada...



-Veo, monsieur, que le gusta el Smith y Wesson -dijo el dependiente, interrumpiéndole en su ensueño-. Si lo encuentra caro, le rebajaría cinco rublos, aunque tenemos otros sistemas más baratos.



La figurilla afrancesada giró graciosamente y cogió de la estantería una nueva decena de estuches con revólveres.



-He aquí otro, monsieur. Su precio es de treinta rublos. No es caro si se tiene en cuenta que el cambio ha bajado terriblemente y que los derechos de aduanas suben cada día más... Le juro, monsieur, que soy conservador; sin embargo, ya empiezo a protestar. ¡Calcule que el cambio y la tarifa de aduanas son la causa de que ahora sólo los ricos puedan adquirir armas! Para los pobres no quedan más que las armas de Tula y los fósforos. ¡Y la armas de Tula son una desdicha! Pretende uno disparar un arma de Tula sobre su mujer y sólo consigue hacer blanco en la propia paletilla...



Sigaev experimentó de pronto un sentimiento ofensivo y triste ante la idea de morir él y no ver los sufrimientos de la traidora. Sólo es dulce la venganza cuando existe la posibilidad de ver y tocar sus frutos. Pues ¿y qué sentido tendría el que él estuviese tendido en el ataúd sin darse cuenta de nada?



"¿Y si hiciera esto?... Matarle a él, ir a su entierro, verlo todo y matarme yo después...Sí; pero... antes del entierro me meterían preso y me quitarían el arma... Bien... Lo que haré será matarle y dejar que ella siga viviendo. Y..., hasta que pase cierto tiempo, no me mataré; iré a la cárcel. Para matarme siempre estoy a tiempo. El estar arrestado es todavía mejor, porque así, al prestar declaración, tendré la posibilidad de demostrar ante el poder y ante la sociedad toda la bajeza de su comportamiento. Si me matara, ella, con su carácter embustero, engañoso y desvergonzado, me echaría la culpa de todo, y la sociedad la absolvería de su hecho...; pero, por otra parte, quizá se ría de mí si sigo con vida... Entonces..."



Un minuto después pensaba:



"Sí... Tal vez me acusen de mezquindad de sentimientos si me mato... Y, además..., ¿para qué matarme? Esto, en primer lugar. En segundo..., matarme significa cobardía. Luego, entonces, lo que haré será matarle
a él, dejarla vivir a ella e ir yo a la cárcel. Me juzgarán y ella figurará como testigo... ¡Habrá que ver su azoramiento, su vergüenza cuando tenga que prestar declaración ante mi abogado! ¡Por supuesto, las simpatías del tribunal, del público y de la Prensa estarán de mi lado...!"



Mientras así cavilaba, el dependiente continuaba exponiendo su mercancía y consideraba deber suyo entretener al comprador.



Vea aquí otros, ingleses de nuevo sistema, que hemos recibido hace poco. Pero le prevengo, monsieur, que todos los sistemas palidecen ante el Smith y Wesson. Seguramente habrá usted leído uno de estos días que un militar que había comprado en nuestra casa un revólver del sistema Smith y Wesson, disparó sobre el amante... ¿Y qué se figura usted que pasó?... La bala atravesó primero el amante, alcanzó después la lámpara de bronce, luego el piano de cola y desde el piano de cola, de una carambola, mató a un pequinés y rozó a la mujer... El efecto fue brillante y hacía honor a nuestra firma. El militar está ahora arrestado... ¡Seguramente le condenarán a trabajos forzados!... En primer lugar, porque tenemos leyes muy anticuadas, y, en segundo, porque ya se sabe que el tribunal toma siempre partido por el amante. ¿Por qué?... Muy sencillo, monsieur: porque también el jurado, los
jueces, el procurador y el defensor se entienden con esposas ajenas, y es más tranquilo para ellos que en Rusia haya un marido menos. A la sociedad le encantaría que el Gobierno desterrara a todos los maridos a la isla Sajalín. ¡Ay, monsieur! ¡No puede imaginarse usted la indignación que despierta en mí este derrumbamiento de las costumbres morales contemporáneas!... ¡En estos tiempos, amar a las esposas ajenas agrada tanto como fumar cigarrillos ajenos y leer libros ajenos! Año por año nuestro comercio decae, pero ello no significa que haya menos amantes..., significa que los maridos llegan a reconciliarse con su situación y tienen miedo a los trabajos forzados -y el dependiente, mirando a su alrededor, murmuró-: ¿Y quién es el responsable, monsieur?...¡El Gobierno!



"¡Por culpa de un cerdo ir a parar a Sajalín... no, tampoco es sensato! -reflexionó Sigaev-. Si me mandan a trabajos forzados, sólo conseguiré dar a mi mujer la posibilidad de casarse otra vez y de engañar a su segundo marido. ¡La que entonces saldrá triunfante será ella!... No. Lo que haré entonces es esto: dejarla vivir, no matarme ni matarle a él. Hay que idear algo más cuerdo y sentimental. Los castigaré con mi desprecio, y entablaré un escandaloso proceso de divorcio..."



-Aquí tiene, monsieur, un nuevo sistema -dijo el dependiente cogiendo de la estantería una docena más de revólveres-. Llamo su atención sobre el original mecanismo del cierre...



Pero una vez tomada aquella decisión, Sigaev ya no necesitaba revólver; en cambio, el dependiente, cada vez más inspirado, no cesaba de exponer ante él sus artículos de venta. El agraviado marido comenzó a avergonzarse de que por su culpa el dependiente estuviera trabajando en vano, entusiasmándose y perdiendo el tiempo.



-Bien... -masculló-. Lo mejor será que vuelva más tarde o que envíe a alguien...



Aunque no veía la expresión del rostro del dependiente, comprendió, sin embargo, que para suavizar un poco la violencia de la situación no había más remedio que comprar algo. Pero ¿qué?... Sus ojos recorrieron las paredes de la tienda en busca de alguna cosa más barata, y se detuvieron en una red de color verde colgada junto a la puerta.



-¿Y eso?... ¿Qué es eso? -preguntó.



-Es una red para cazar codornices.



-¿Y qué precio tiene?



-Ocho rublos, monsieur.



-Pues envuélvamela…



El marido ofendido pagó los ocho rublos, cogió la red, y cada vez más ofendido, salió de la tienda.

29 comentarios:

  1. ¡Fantástico y soberbio el cuento de Chejov !

    Ahora bien, no sé si logré entender su intención final con su la última frase; "El marido ofendido pagó los ocho rublos, cogió la red, y cada vez más ofendido, salió de la tienda."
    Mi interpretación fue la siguiente;
    Abandona el establecimiento sintiéndose igualmente herido por su esposa y análogamente por el comerciante, que, con suma habilidad adivina sus intenciones homicidas. Logra rebatirlo con argumentaciones muy audaces hasta hacerlo reflexionar, dudar y emitir diferentes juicios desde su conflicto inicial.
    Al margen de los acontecimientos va a su vez transmutando el personaje de esposo "vengador" a "víctima burlada" y "cliente indeciso" a "cliente insatisfecho".

    ¡Vaya relato intenso para comenzar el verano!

    N.P


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    1. Qué interesante, N.P. que tu mirada coincida con la Marta. Entonces, ¿consideráis que el dependiente utiliza sus dotes de persuasión e intuición para evitar una tragedia? Hum...

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    2. Desde o meu punto de vista a misión do dependiente no conto é a dunha persoa que pretende vende un produto sen máis. De feito, no primeiro diálogo que mantén co cliente nomea varios usos posibles da arma en cuestión. Só é despois cando se centra no tema dos amantes e dos suicidios, ben porque como se di máis arriba o rostro do protagonista "expresaba ira, dolor y una decisión irrevocable" ou ben porque na reacción de Sigaev veu unha venta asegurada.
      Outra opción a que lle din voltas cando o lía é que pode ser un conto no que non coñecemos todas as palabras do vendedor, senón aquelas que lle interesan ó narrador, que podería ser un narrador protagonista. É dicir, o narrador conta todo do protagonista, que para algo o é, pero tamén xulga as accións ("que insana alegría del hombre ofendido") e nalgúns anacos fala en terceira persoa de Sigaev, pero desde os seus propios pensamentos.

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    3. Pois eu penso que a ninguén que pretenda vender un arma se lle ocorrería mencionar ao posíbel comprador a posibilidade de que este vaia a usala con fins delitivos.

      A situación paréceme demasiado surrealista como para estarmos ante a narración dun simple intercambio comercial; máis ben defendería que, o autor, o que fai é colocarnos nunha situación extrema que frea calquera xuízo de valor e nos obriga a centrarnos no realmente importante: a xenial evolución do pensamento do prota da que fala Sonia . Ah, e, por suposto, o apetecíbeis que son muller, tabaco e libros dos demais ;)

      Mt

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    4. Si hay que elegir bando, comparto esta idea del vendedor-negociante frente a la del vendedor-psicólogo-salvador de almas. Aunque, quizá, sea precisamente su insistencia la que acaba arruinándole el negocio - ¡por suerte para el amante y nosotros, los lectores!

      Verónica nos invita a fijarnos en un aspecto muy interesante del cuento, el modo en el que está narrado. Aún cuando parezca una historia sencilla, construida desde una anécdota y tres variaciones, como tantos chistes, su estructura es llamativa. En esa narración selectiva que se nos hace de la conversación por parte del vendedor vemos aplicada una conocida máxima del propio Chéjov para el teatro: si aparece una pistola en escena, esta tiene que ser disparada; esto es, los elementos presentes deben ser, en uno u otro sentido, esenciales. Aquí, por tanto, elimina todo componente superficial que no lleve al final propuesto. - Sin embargo, nótese que no son superfluas las referencias al comportamiento servil y obsequioso del dependiente, ya que crean un potente contraste con la actitud seria y compungida que se supone al frustrado asesino.

      Mt, hum, no sé, ¿eh? Teóricamente un vendedor no debería animar a sus clientes a usar sus productos para fines delictivos, pero, oye, ya me dirás para que quiere uno una S&W sino es para descerrajarle unos cuantos disparos al amante bilingüe ese. Es de esperar, cuando menos, cierta complicidad entre ambos conspiradores. El segundo párrafo coincide con lo que nos cuenta Verónica. ¡Gracias a las dos!

      Y, sí, Mt, si la hierba del vecino es más verde... ¿no lo van a ser su moza, sus cigarrillos o su biblioteca?

      La pregunta es, ¿se afea el exceso de celo por honor o la actitud pusilánime del joven, incapaz de dictar lo que el buen gusto impone, esto es, restaurar su buen nombre?

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    5. "vendedor-psicólogo-salvador de almas" ?????

      ¡¡Soy una incomprendida, madre!! O incomprensible, que para el caso viene siendo lo mismo. Ni vendedor, ni arma, ni infidelidades, ni rabo de gaitas. Yo lo que quiero decir es que toda la historia me parece una gran alegoría y que la idea que se nos pretende transmitir es "no me seáis cazurros y os dejéis llevar por pasiones. Hay que pensar las cosiñas dos veces antes de actuar", o similar; y que para ello lo mismo habría valido un cura, una madre, un alquimista, una amiga, o el vecino del cuarto derecha que verbalizara nuestros pensamientos y nos hiciera ver lo absurdos y descabellados que podemos llegar a ser.

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    6. ¡Ah! Y poniéndonos literales. Si me quiero comprar una pistola para suicidarme, o para pegarle un tiro al famoso vecino del cuarto derecha por insistir en mojar mi colada cdo riega sus hermosos geranios, y el vendedor del establecimiento elegido a tal fin se dedica a asegurarme que tal o cual cachivache es el ideal para exactamente ese propósito, podéis estar seguros de que ha perdido una cliente. Una servidora se compra un reclamo para cazar patos y sale en busca de otro local atendido por un ser menos indiscreto. Una cosa os concedo... Te soy rarita. Lo mismo cualquier otro ser humano se mostraría encantado ante tal derroche de eficiencia por parte del comercial.

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    7. Incomprendida Mt, gracias por ofrecernos esa aguda interpretación de la historia como una alegoría del laissez faire, laissez passer, dejen hacer, dejen pasar, en el sentido más literal de la expresión. Quizá sea cierto, sí, pero sospecho que en la época del relato no era tan baladí para las patriarcales mentes de los señores ser engañados. De hecho, puede incluso considerarse el cuento como una crítica a aquellos hombres que no son suficientemente veraces y auténticos para defender su honor y zanjar la situación de la manera más adecuada según la estricta moral de la época. -- Por fortuna, ¡viivmos tiempos más razonables!

      Anónimo, no sé, ¿eh? Imaginémonos en una librería, explicamos al dependiente que deseamos adquirir un libro sobre el cultivo de hortensias. El diligente encargado nos ofrece el manual perfecto para dicha tarea, lleno de sabios consejos y admirables ilustraciones explicativas, ¿dejas sobre el mostrador ese volumen y te llevas un ensayo sobre el impacto del ferrocarril en la economía de la India? Otra cosa no, pero original si resulta la decisión. -- La verdad es que haces bien, las hortensias no son tan bonitas, si fueran tulipanes...

      En todo caso, gracias por ambos comentarios.

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    8. Ya, querido Watson, perooooo...
      A) No estamos en una librería, le recuerdo, aunque ambos establecimientos vendan objetos potencialmente peligrosos :p
      B) El dependiente de su ejemplo no entra en apreciaciones acerca de las intenciones del posible comprador a la hora de cultivar hortensias, querido. Otro gallo nos cantaría si se inclinara a decir "aquí tiene el libro ideal para cultivar unas hortensias lo suficientemente altas para que le toquen las narices a su suegra".
      ¿Nos vamos entendiendo? ;)

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    9. P.d: Dónde queda la venganza de otro modo.

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    10. Estimado Anónimo. Ay, ay, qué conflicto más geopolítico el nuestro, ¡y ningún casco azul aquí para ayudar! Vale que el vendedor fue acaso un poquito insistente, pero no propone nada que no sea lógico como utilidad para un arma de fuego. A ver, ¡no se vendían barras de pan en ese establecimiento! - también llamadas pistolas en Madrid.

      Donde sí vamos a coincidir, qué rollo, es en la peligrosidad de libros y armas, ambos artilugios matan el tiempo, solo varía si nos pertenece a nosotros o al sujeto al que disparamos.

      Y ya está, que sale mi tren para Calcuta y aún no llegó la florista.

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    11. Vale, voy a dar el brazo medianamente a torcer -y que alguien se lo cuente a Francisco I para que le sume un milagro a la madre Teresa de Calcuta en su camino hacia na canonización- : la cuestión es que mi inflexible neurona se niega a aceptar el hecho de que en 1834, hace cuatro días, vamos, lo normal ante la infidelidad de una esposa fuera mandarla a criar malvas que después vender las virtuosas floristas.

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    12. ¡Seguro que hay truco! Si ese brazo se tuerce será para rebotar con más fuerza a la hora de devolver el guantazo... :p

      Sin embargo, parece cierto que en el pasado éramos bastante más bárbaros para algunas cosas. Ser un buen ciudadano no significa lo mismo en el siglo XXI que en el XIX. Un lío para los viajeros del tiempo, claro.

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  2. ¡Es divertido! Y un poco cierto también: en ocasiones pequeños cambios progresivos nos llevan de una idea a justo la contraria casi sin que nos demos cuenta.

    Me gusta la iniciativa esta.

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  3. Quizá debería volver releerlo antes de abrir la boca, pero, de la experiencia de días atrás, lo que me quedó fue que, Chejov, hace una muy buena lectura de algunas reacciones humanas; y me explico (o lo intento, vamos).

    Ante una situación de "crisis" tendemos a obcecamos y ver una única vía posible de escape, una única solución al problema/dilema que nos acecha; y en esa "ignorancia" nos quedamos instalados. Le damos vueltas y más vueltas en la lavadora y la centrifugamos; hasta que, de pronto, alguien verbaliza lo que está pasando por nuestras complicadas cabeciñas y, escuchado en voz alta, de los labios de otra persona que lo expresa fríamente, descubrimos lo desproporcionado y absurdo que es nuestro planteamiento, abriéndose ante nsotros una vía alternativa de actuación: casi siempre menos drástica y rotunda.

    O esto nos pasa a los seres pasionales e impulsivos, vaya ;)

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    1. Gran lectura, sí. No obstante, alguien menos magnánimo podría considerar que el dependiente no está tan interesado en la venta de redes como en la de revólveres, y que al final, pobre, el tiro le sale por la culata. Desde ese punto de vista, su papel como psicólogo descargador de conciencias ocurre contra su propio interés. Moraleja: ayudar a los demás a resolver sus conflictos morales no es bueno para el negocio. - ¡a menos que cobres por eso!

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    2. Te lo tomas demasiado al pie de la letra, lo de Chéjov y el revólver, digo; yo lo veo, más bien, como una forma de llevar al lector a una situación extrema de modo que no quepan dudas de lo descabellado de la supuesta respuesta del cornudo ante la afrenta que puedan desviar nuestra atención de lo realmente importante: "la evolución del pensamiento del prota" -como muy bien dice Sonia.

      Mt

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    3. Pues sí, Anónimo, mira por donde: le compra la red con la que lo envuelve? :p

      "El buen tono admite únicamente el Smith y Wesson" Jejeje, me parto. Vuela tu cabeza, la de tu mujer, la de su amante, pero hazlo con clase y estilo, por favor; ni se te ocurra ahorcarte o ahogarlos con una vulgar redecilla para cazar codornices; porque sí, amigos, el hombre salió de la tienda provisto de un arma letal ;)

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    4. El buen tono, siempre. Ya se sabe que en la mesa y el juego se conoce al caballero. Si cambiamos la frase poniendo fuego, referido a armas, la cosa queda diáfana.

      En otro ámbito, bien sabéis que hubo militares condenados a muerte que lucharon bravamente no por ser declarados inocentes, sino para morir castrensemente, esto es, fusilados y no ahorcados.

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  4. Me encantó! La evolución de pensamiento del prota es genial, al final acaba en un punto que ni sospecha.....

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    1. Sipi, el relato está muy bien construido por esos pasitos, aparentemente tan lógicos, que llevan a un resultado completamente al inicial... Aunque, como nos conocemos todos ya, bien se sabe que este final, tan poco sangriento, Sonia , te defrauda un poco, ¡sin muerto no hay huerto!

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    2. Síp, Sonia, al final nuestro asesino frustrado acaba, en cierto modo, con el rabo entre las piernas. Peor pudo ser, eh; por lo menos no se gastó una parta en un arma con el sistema S & W para dsps pegarse un tiro en la cabeza.

      Mt

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    3. Como bien aprendimos en Medianoche en París, lo barato es barato, Mt. Cierto que se ahorró unos rublillos en su compra pero, ¿le salió a cuenta? Unos pocos vodkas, un par de balalaikas y la incontable familia de matrioskas harán que pronto el ahorro se disipe. A menos, claro, que el precio de la codorniz se dispare.

      Pd. Está bien reparar en que el final tiene algo de simbólico: del valor para suicidarse (*) se pasa a la caza emboscada de un bichillo insignificante.

      (*) ¡No se entienda esto como una alabanza del mismicidio!

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  5. ¡Como siempre, la culpa de todo lo tiene el Gobierno!

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  6. A mi me llama la atención que el precio del revolver sea el motivo por el que al final el protagonista cambia por completo de planes. Es que no disponía de los cuarenta y cinco rublos? Si sus planes son suicidarse después de matar al amante y a su mujer qué importa el precio?
    Me gusta como se ve a si mismo y a su mujer en los distintos escenarios que va proponiendo, cada vez con menos muertos y mas cordura. Genial el toque del vendedor explicando las simpatías del jurado por los amantes, y la decepción que me imagino sentiría al vender solo la red para codornices, realmente este vendedor no fue capaz de adivinar los deseos del cliente...

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    1. "Genial el toque del vendedor explicando las simpatías del jurado por los amantes". Estoy de acuerdo, Loli, es el momento cómico de la historia, a la que no le falta ninguno de los ingredientes imprescindibles para engancharnos: risa, infidelidades, crítica a los políticos, venganza, dinero, suspense, ...

      Marta

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    2. Exacto, Loliña, da más bien la sensación de que esa preocupación por el ahorro es más una auto-excusa más que un verdadero motivo, algo así como una manera de quedar bien consigo mismo.

      Coincido contigo que tiene mucho de cinematográfico el cuento, con esas descripciones tan vivas de los distintos cuadros posibles, como las diversas caras de un dado... Aunque, en este caso, el dado está cargado y el resultado de la tirada ya sabemos cuál es.

      También está muy bien eso de que las leyes favorecen a los amantes... Cosa del todo irreal en aquellos tiempos - el cuento es de 1834.- En España, por ejemplo, no era delito acabar con esposa y amante de ser sorprendida aquella en situación comprometida.

      Acabo de caer en la cuenta que, de cierta manera, recrea este cuento el celebre soneto de Cervantes y su no menos popular estrambote:

      Y luego, in continente,
      caló el chapeo, requirió la espada,
      miró al soslayo, fuese y no hubo nada.




      Marta bien nos señala lo lúdico de la historia, que tiene algo de juguete cómico.

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  7. -Chéjov dijo una vez -comentó Tamaru levantándose lentamente-: "Cuando en una historia aparece un arma de fuego, ésta deberá ser disparada". Haruki Murakami (1Q84)

    Divertido sacar las cosas de contexto.

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    1. Un clásico esa cita. La idea es no incluir elementos innecesarios. Justo lo contrario que los macguffin.

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