Verano 15 - 1!

Praia da Punta (Cesantes)


  ¿Qué es el verano sino el tiempo de viajar? Así, desde este blog nuestro amigo David nos propone atravesar los Pirineos para encontrarnos con Paul Valéry y su Cementerio marino, ¡un gusto bañarse en esas playas!

  De todo este largo poema, nos destaca nuestro comentarista los siguientes versos, extraídos de la estancia XVI, traducidos por el también poeta Jorge Guillén y autorizados por el propio autor.

Gritos entre cosquillas, de muchachas,
Ojos y dientes, párpados mojados,
Seno amable que juega con el fuego,
Sangre que brilla en labios que se rinden,
Últimos dones, dedos defensores:
Bajo tierra va todo y entra en juego.
   Se corresponden con el original:

Les cris aigus des filles chatouillées,
Les yeux, les dents, les paupières mouillées,
Le sein charmant qui joue avec le feu,
Le sang qui brille aux lèvres qui se rendent,
Les derniers dons, les doigts qui les défendent,
Tout va sous terre et rentre dans le jeu !

  Que suena así leído -¡versión casera!:



  Al fondo de esta entrada, otra traducción, esta vez del poema completo, pero ahora la recomendación musical de David para estas fechas:

  ¡Buena audición!

___

Bóveda estanca –vuelo de palomas-,
entre pinos palpita, entre las tumbas;
el fuego enciende un cenit exacto,
¡el mar, el mar, recomenzado siempre!
¡Oh recompensa, acallar la mente
y contemplar la calma de los dioses!

¡Qué obra pura consume de destellos
plural diamante de la leve espuma,
y cuánta paz puede concebirse!
Cuando sobre el abismo un sol reposa,
labores puras de una eterna causa,
titila el tiempo y es sueño la ciencia.

Tesoro quieto, templo de Minerva,
masa de calma, circunspecta vista,
agua de párpados, Ojo que guardas
reposo inmenso tras velo flamígero,
¡silencio mío!… ¡edificio en el alma
áureo de tejas desbordadas, Bóveda!

Templo del Tiempo, que un suspiro cifra,
asgo ese punto puro y me acostumbro,
todo arropado en mi mirar marino;
y como a dioses la suprema ofrenda,
el titilar sereno va sembrando
sobre la altura desdén soberano.

Y como el fruto se funde en deleite,
como en delicia tórnase su ausencia
en boca donde de su forma muere,
aspiro anticipada la humareda,
y el cielo canta al alma consumida
el tornarse en rumor de las riberas.

¡Cielo bello, veraz, tornarme mira!
Después de tanta soberbia y de extraño
ocio, pero armado de poderes,
yo me abandono al brillante espacio,
sobre casas de muertos va mi sombra
que me acostumbra a su paso quedo.

El alma expuesta a teas del solsticio,
¡yo te sostengo, admirable justicia
de la luz con armas de impiedad!
Pura te vuelvo al sitio genesíaco,
¡mírate bien!… Mas regresar la luz
supone umbrío un costado atroz.

Para mí solo, a mí solo, en mí mismo,
un corazón, en fuentes del poema,
entre el abismo y el suceso puro,
aguardo el eco de mi grandeza íntima,
amarga, endrina, sonora cisterna,
un son del alma: horadación futura.

Sabes, falso cautivo de follajes,
golfo devorador de magras rejas,
en mis ojos cerrados, deslumbrantes
secretos, ¿qué cuerpo a su fin me arrastra,
qué frente capta a la ósea tierra?
Un destello allí pienso en mis ausentes.

Prieto, sacro, pleno de fuego etéreo,
trozo de tierra ofrecido a la luz,
me gusta este lugar, sitial de antorchas,
hecho de oro y piedra y turbios árboles,
mármoles trémulos bajo tanta sombra;
¡el mar fiel duerme allí entre mis tumbas!

Perra espléndida, ¡expulsa a los idólatras!
Cuando en soledad, pastor, sonrío,
y apaciento carneros misteriosos,
blanco rebaño de mis mansas tumbas,
¡a prudentes palomas de allí aleja,
a sueños vanos, a ángeles curiosos!

Aquí venido, el devenir pereza
es. Insecto nítido rasca el yermo;
todo ardido, deshecho, recibido
yo no sé bien en qué esencia rigurosa…
La vida es vasta, estando ebrio de ausencia,
lo amargo es dulce, límpido el espíritu.

Los muertos están bien en esta tierra,
por su misterio secos, cobijados.
Alto el cenit, cenit sin movimiento,
su yo se piensa y con sí concilíase…
Completa frente, perfecta diadema,
en ti yo soy metamorfosis íntima.

¡Sólo estoy yo para tus angustias!
¡Dudas, pesares y arrepentimientos
míos provienen de tu gran diamante!…
Pero en su noche cargada de mármoles,
un vago pueblo en la raíz del árbol
ha asumido tu causa lentamente.

Se han fundido en una espesa ausencia,
roja arcilla bebió la blanca especie,
¡la gracia de vivir pasó a las flores!
¿Dónde de muertos frases familiares,
el arte propio, las almas unívocas?
La larva hila en la matriz del llanto.

Gritos agudos de niñas exaltadas,
ojos, dientes, humectados párpados,
seno embrujado que juega con fuego,
sangre que brilla en labios que se rinden,
últimos dones que dedos defienden,
¡todo enterrado y entrando en el juego!

Y tú, gran alma, ¿un sueño es lo que esperas,
que no tenga colores del engaño
como el oro y las ondas a mis ojos?
¿Evaporada seguirás cantando?
¡Ve! ¡Todo huye! Porosa es mi presencia,
¡también muere la impaciencia sacra!

¡Magra inmortalidad, áurea y negruzca
consolatriz laureada de vergüenza,
que dices que la muerte es nuevo útero,
el bello engaño y la piadosa astucia!
¡Quién no conoce, quién no los rehúsa,
al hueco cráneo y a la risa eterna!

Huecas cabezas y profundos padres,
que bajo el peso de tantas paladas,
la tierra sois y confundís las huellas,
el roedor gusano irrefutable
no es para vosotros los durmientes,
¡de vida vive, a mí no me abandona!

¿Amor tal vez, u odio de mí mismo?
¡Próximo tengo su secreto diente,
que a cualquier nombre puede convenirle!
¡Qué importa! ¡Mira, quiere, sueña, toca!
¡Mi carne gusta y aún en mi lecho
soy viva posesión de ese viviente!

¡Zenón! ¡Cruel Zenón! ¡Zenón Eleata!
¡Me has traspasado con un dardo alado,
que vibra, vuela, pero nunca vuela!
¡El son me engendra, el dardo me asesina!
¡Ah!, el sol… ¡Y qué sombra de tortuga
para el alma, Aquiles grande e inmóvil!

¡No! ¡No! ¡De pie! ¡En la era sucesiva!
¡Quiebre mi cuerpo la pensativa forma!
¡Beba mi pecho la génesis del viento!
Una frescura, exhalación marina,
me vuelve el alma… ¡Oh poder salino!
¡Corramos tras las ondas y la vida!

¡Sí!, inmenso mar dotado de delirios,
piel de pantera y clámide horadada
por miríadas de ídolos solares,
hidra absoluta embriagada de carne
azul, que muerdes tu cola fulgente,
en un tumulto símil del silencio.

¡Álzase el viento! ¡Intentemos vivir!
¡Mi libro abre y cierra el aire inmenso,
la ola brota del polvo de las rocas!
¡Todas volad, enceguecidas páginas!
¡Olas romped, romped de aguas de júbilo
la mansa bóveda que hurgan los foques! 



(Versión de Carlos Sánchez Sotossanto)

 

2 comentarios:

  1. Con eso de que el iPad no me lo reproducía no es hasta hoy que escucho el audio de la lectura casera ¡Qué delicioso, por dios! Dan ganas de salir corriendo a buscarse un profe de francés. Gracias por regalárnoslo.

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    Respuestas
    1. Buenos tiempos para la lírica, vaya que sí.

      La lectora, un talento natural. ;)

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