Prohibido a los gatos - 3.

 
  La pregunta es siempre la misma: ¿qué mueve a los filósofos a ser tan inquisitivos, a buscar siempre más allá? -o en su versión más negativa: ¿por qué no todos somos filósofos, esto es, preguntones?- 

  Camus, medio en broma y medio en serio, ofreció una respuesta original: 


  Tras muchos años en los que el mundo me ha brindado innumerables espectáculos, lo que finalmente sé con mayor certeza respecto a la moral y a las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol.



  Pronto aprendí que el balón nunca viene por donde uno espera que venga. Eso me ayudó mucho en la vida, sobre todo en las grandes ciudades, donde la gente no suele ser siempre lo que se dice recta. 




 ¡Caramba!, ¡ya nunca miraremos igual a un balón! 


  Camus jugó de chavalito en Argelia, en aquellos tiempos región francesa, en un tiempo heroico en que el fútbol era realmente un deporte de riesgo; cuenta en El primer hombre -su último e inacabado libro- que el balompié llevaba al inevitable desgaste de los zapatos y esto a duros correctivos corporales, en casa no había dinero para esa clase de gastos... Pero aún así, la pasión futbolera era insobornable: ¡la solución de compromiso era jugar de portero, donde los zapatos sufrían menos!

2 comentarios:

  1. Bueno, parece ser que el fútbol sigue siendo deporte de riesgo. Que se lo digan a los que disfrutaban el día de los atentados de París del amistoso Francia-Alemania.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bueno, siendo macabramente precisos, lo arriesgado en ese caso parece que fue la música. Los futboleros escaparon más o menos bien.

      ¿No tiene algo deliciosamente siniestro que el deporte más popular sea aquel en que menos se emplean las manos? -¡La capacidad de usarlas para tareas complejas es precisamente una de las más destacadas características que nos hace humanos!

      Eliminar

¡Gracias por participar!