
La pregunta es siempre la misma: ¿qué mueve a los filósofos a ser tan inquisitivos, a buscar siempre más allá? -o en su versión más negativa: ¿por qué no todos somos filósofos, esto es, preguntones?-
Camus, medio en broma y medio en serio, ofreció una respuesta original:
Tras muchos años en los que el mundo me ha brindado innumerables espectáculos, lo que finalmente sé con mayor certeza respecto a la moral y a las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol.

¡Caramba!, ¡ya nunca miraremos igual a un balón!
Camus jugó de chavalito en Argelia, en aquellos tiempos región francesa, en un tiempo heroico en que el fútbol era realmente un deporte de riesgo; cuenta en El primer hombre -su último e inacabado libro- que el balompié llevaba al inevitable desgaste de los zapatos y esto a duros correctivos corporales, en casa no había dinero para esa clase de gastos... Pero aún así, la pasión futbolera era insobornable: ¡la solución de compromiso era jugar de portero, donde los zapatos sufrían menos!
Bueno, parece ser que el fútbol sigue siendo deporte de riesgo. Que se lo digan a los que disfrutaban el día de los atentados de París del amistoso Francia-Alemania.
ResponderEliminarBueno, siendo macabramente precisos, lo arriesgado en ese caso parece que fue la música. Los futboleros escaparon más o menos bien.
Eliminar¿No tiene algo deliciosamente siniestro que el deporte más popular sea aquel en que menos se emplean las manos? -¡La capacidad de usarlas para tareas complejas es precisamente una de las más destacadas características que nos hace humanos!